He dado un buen rodeo para llegar a
la cita con Vicky. Dejo el coche un poco lejos y me encamino hacia el cruce con
la 6ª. Hay mucho tráfico y transeúntes, pero no veo policías. La localizo donde
habíamos convenido. Lleva una falda muy corta, y tiene unas piernas muy largas.
Me acerco a ella y la llamo. A un
par de metros de distancia veo su rostro ensombrecido. Ya sabe que estoy en
busca y captura. Maxwell habrá dado la orden mientras se subía los pantalones.
Vicky quiere llevarme detenido a comisaría. La cena se ha ido al garete, y lo
que viniese después también.
Vamos hasta su coche, pero no puedo
dejar que esto ocurra. Saco la pistola de Maxwell, la amenazo, la amordazo y la
obligo a meterse en el maletero. Casi se me olvida quitarle el móvil. Conduzco
nervioso. Está anocheciendo. Tengo hambre. Necesito un trago. Ahora soy yo
quien suda a borbotones.
Enfilo hacia las afueras de la
ciudad. A pocos kilómetros hay una gasolinera. No llevo dinero, pero tengo aquí
el bolso de Vicky. Sesenta dólares. Espejo. Una pistola pequeña, rusa, una Makarov muy femenina. Pintalabios y un osito de peluche. Entro en la tienda de la gasolinera.
Compro pistachos y un botellín de ginebra, y zumo de melocotón. Regreso al
coche y arranco. Conduzco durante dos horas, hasta un motel situado poco más
allá de la frontera del estado. Tomo una habitación. Me duele la espalda.
Esto parece tranquilo. Nadie busca a
Vicky, había acabado su turno y su coche no levanta sospechas. No sé si alguien
la espera en su casa. Deberíamos llegar a Canadá mañana mismo. Siempre he
querido conocer Canadá. Mi hermano había estado alguna vez y hablaba muy bien
de ese lugar.
Aparco en la parte trasera del motel, junto al
edificio de las habitaciones. Abro el maletero y saco a Vicky. Cargo con ella y
subo las escaleras rápidamente. Suerte que no hay nadie a estas horas. Mi
espalda me pasará factura de todo esto.
Entro en la habitación y la dejo
sentada y amarrada a una butaca. Me mira mal. He de centrarme. Tengo a Vicky en
mi poder, pero no quiero hacerle daño. Ya no vamos a cenar juntos en aquel
restaurante. Pero debo explicarle todo lo que me ha sucedido para que entienda
por qué he llegado a esta situación desesperada.
Voy al
baño. Necesito sacarme el sudor de la cara. Vicky está cada vez más enfadada
conmigo. No sé qué hará cuando le quite la mordaza y quiera hablar con ella,
pero debo arriesgarme.
Continuará...
Stiven Peláez & Josep Pradas
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