Abro el grifo del lavabo para
lavarme la cara. El agua se congela al tocar mis manos. Me asusto. Me pongo
nervioso, no sé qué hacer. Abro un armarito y encuentro botellas vacías. Las
lleno intentando no tocar el agua. He de ir con cuidado y dominar esto que me
pasa, no sea que toque a alguien y le haga daño. ¡Vicky!
Tengo las botellas delante. Meto el
dedo en la primera. Nada. Ocurre lo mismo con la siguiente. ¿Por qué? Al cabo
de un momento suenan sirenas de policía en la carretera. Me da un salto el
corazón. ¡Nos han encontrado! Golpeo una botella de agua y se esparce el
líquido a mi alrededor. Al tocarlo se congela. Creo que mis poderes se activan
cuando me altero.
Ha ido de poco. La policía ha pasado
de largo. Suerte que dejé el coche en la parte trasera el motel, pero no
tenemos mucho tiempo, nos acabarán encontrando tarde o temprano.
Regreso a la habitación e intento
hablar con Vicky, que se niega a mirarme. Le explico que estuve secuestrado
durante una noche y que posiblemente experimentaron conmigo. No me cree, me
clava su mirada desafiante y comienza a gruñir bajo la mordaza. Se la quito,
esperando que no grite. Conserva la calma. Me dice que no me cree, pero que está
dispuesta a escucharme si la desato de la butaca. Lo hago y me siento frente a
ella. Me dispongo a hablar, pero entonces ella salta con gran agilidad. Se nota
que es joven. No puedo dejar que se escape. Salto yo también. ¡Mi espalda! Me
lanzo al suelo, tras ella, y consigo alcanzarle un tobillo. Cae
estrepitosamente. Le he congelado el pie entero.
Compruebo que si me altero se
activan mis poderes, pero todavía no sé controlarlos. Lo mejor de todo es que
Vicky lo ha visto y quizás ahora me crea.
Dejo que
se calme y poco a poco su tobillo de descongela. Está entumecido y Vicky siente
dolor.
Continuará...
Stiven Peláez & Josep Pradas
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