sábado, 3 de mayo de 2014

RELATO POR ENTREGAS 3


El taxi se adentra en Chinatown. En pocos minutos me deja a un paso de la dirección que indica el papel. Me apeo y voy caminando con sigilo. He de procurar que no me vean mis propios compañeros, que vigilan el lugar, así que he de buscar una entrada por detrás del edificio. Esto es muy viejo y seguro que hay algún acceso desde alguna trastienda de la zona. Veo un callejón, pero creo que me siguen. Me escondo en un portal. Al frente veo una puerta de madera entreabierta. Salto y cruzo el umbral. 


Tengo suerte: va a parar a la parte trasera del edificio donde está el piso franco, y sólo he de atravesar un pequeño solar desprotegido. Sólo hay ropa tendida. Ropa interior de anciana oriental.



Cruzo con mucho sigilo. Está todo en silencio, como si fuera a estallar una tormenta. Veo una escalera de incendios, por la parte exterior, y subo por ella hasta el tercer piso. Un pequeño esfuerzo y alcanzo una de las ventanas del piso. La puerta cede por pura vejez. Ya estoy dentro. Huele a descomposición. Moscas enormes. Camino a oscuras, todo está cerrado y no quiero dar la luz para no descubrirme. Camino a tientas hasta que tropiezo con algo pesado. Me agacho, palpo, esta mojado, huele mal y está plagado de moscas. Sin verlo bien, sé que he dado con otro cadáver, y lleva días aquí. ¿Cómo demonios vigilan mis compañeros?



Suenan sirenas en la calle, hay pasos en la escalera. Derriban la puerta, el piso es invadido por luces de linterna que me rodean. Aquí están mis compañeros, muy oportunos. Me esposan, encienden luces y fotografían el escenario, a mí incluido. Aún tengo las manos ensangrentadas. Se me llevan. ¡Había quedado con Vicky!

Me acusan de asesinato. Resulta que he abierto en canal a aquel desconocido. No saben con qué arma. Pero hace dos días que está muerto. Creen que he vuelto al escenario para eliminar pruebas. Pero no me pueden relacionar con el cadáver. Aún. Pero después aparece Maxwell y me trae una prueba: mi ADN bajo las uñas del muerto, señal del forcejeo antes de morir. Me desplomo, y ya ni me queda ginebra.
Continuará...
Stiven Peláez & Josep Pradas

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