lunes, 12 de mayo de 2014

RELATO POR ENTREGAS 5


He dado un buen rodeo para llegar a la cita con Vicky. Dejo el coche un poco lejos y me encamino hacia el cruce con la 6ª. Hay mucho tráfico y transeúntes, pero no veo policías. La localizo donde habíamos convenido. Lleva una falda muy corta, y tiene unas piernas muy largas.

Me acerco a ella y la llamo. A un par de metros de distancia veo su rostro ensombrecido. Ya sabe que estoy en busca y captura. Maxwell habrá dado la orden mientras se subía los pantalones. Vicky quiere llevarme detenido a comisaría. La cena se ha ido al garete, y lo que viniese después también.

Vamos hasta su coche, pero no puedo dejar que esto ocurra. Saco la pistola de Maxwell, la amenazo, la amordazo y la obligo a meterse en el maletero. Casi se me olvida quitarle el móvil. Conduzco nervioso. Está anocheciendo. Tengo hambre. Necesito un trago. Ahora soy yo quien suda a borbotones.

Enfilo hacia las afueras de la ciudad. A pocos kilómetros hay una gasolinera. No llevo dinero, pero tengo aquí el bolso de Vicky. Sesenta dólares. Espejo. Una pistola pequeña, rusa, una Makarov muy femenina. Pintalabios y un osito de peluche. Entro en la tienda de la gasolinera. Compro pistachos y un botellín de ginebra, y zumo de melocotón. Regreso al coche y arranco. Conduzco durante dos horas, hasta un motel situado poco más allá de la frontera del estado. Tomo una habitación. Me duele la espalda.

Esto parece tranquilo. Nadie busca a Vicky, había acabado su turno y su coche no levanta sospechas. No sé si alguien la espera en su casa. Deberíamos llegar a Canadá mañana mismo. Siempre he querido conocer Canadá. Mi hermano había estado alguna vez y hablaba muy bien de ese lugar.

Aparco en la parte trasera del motel, junto al edificio de las habitaciones. Abro el maletero y saco a Vicky. Cargo con ella y subo las escaleras rápidamente. Suerte que no hay nadie a estas horas. Mi espalda me pasará factura de todo esto.

Entro en la habitación y la dejo sentada y amarrada a una butaca. Me mira mal. He de centrarme. Tengo a Vicky en mi poder, pero no quiero hacerle daño. Ya no vamos a cenar juntos en aquel restaurante. Pero debo explicarle todo lo que me ha sucedido para que entienda por qué he llegado a esta situación desesperada.

Voy al baño. Necesito sacarme el sudor de la cara. Vicky está cada vez más enfadada conmigo. No sé qué hará cuando le quite la mordaza y quiera hablar con ella, pero debo arriesgarme.

Continuará...

Stiven Peláez & Josep Pradas

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