miércoles, 28 de mayo de 2014

RELATO POR ENTREGAS 8


Llego al laboratorio. Cierro los ojos y comienzo a pensar en mi hermano, y recuerdo cómo de niños nos pegaba nuestro padre cuando bebía demasiado.  Ese recuerdo siempre me ha alterado. Creo que funcionará. Me enfrento al primer policía, de guardia en la entrada del escenario. Lo toco con fuerzo y queda tieso bajo una capa de hielo. No ha tenido tiempo de reaccionar. Avanzo, una puerta y otro policía. Como mi acción ha sido silenciosa y rápida, está desprevenido y lo congelo también sin alertar a los demás.

El siguiente paso es la sala donde está el cadáver. Nunca me había movido tan rápido y ágil, y mi dolor de espalda parece haberse desvanecido. He de aprovechar mis poderes, y ahora hay tres agentes en esa sala. Comienzo asaltando al más cercano, y luego salto para tocar a los otros dos, que están juntos. Han quedado atrapados en una masa de hielo. Tengo vía libre.

Veo el cadáver, abierto en canal. Me acerco. Examino sus brazos y detecto señales de numerosas  inyecciones. Eso me hace pensar en la noche que estuve secuestrado. A mí también me inyectaron.

Escucho ruido y me escondo. Aparece Maxwell, y llega solo. Está alterado, porque ha visto a los agentes congelados. Comienza a dar vueltas por la sala, como buscando algo. Grita: “¡Sé que estás aquí! Espero que entiendas lo especial que eres. A éste lo maté porque no funcionó”.


Salgo de mi escondrijo. Estoy enfurecido. Sudor frío. Maxwell me mira. Saca un arma y no me da tiempo a reaccionar. Dispara. Noto el golpe de la bala en mi pecho, pero rebota y cae al suelo, aplastada por su propio impulso. Siento mareo. Voy a caer. Estoy en sus manos.
 
 Continuará...
 
 
Stiven Peláez & Josep Pradas

No hay comentarios:

Publicar un comentario